Confiaba que alcanzaría con los años
aclarar la bruma en mi espesura,
pero después de tantos desengaños,
me di de frente en una noche oscura
con laceradas almas de ermitaños,
vagando ciegas en un mar preñado de bravura.
¡Que nadie diga que sabe como soy!
¡Porque ni yo mismo alcanzo a comprenderme!
Me he buscado y me busco allá por donde voy;
con grandes desesperos intenté conocerme
hasta el fin de mi historia, tal día como hoy.
Una historia escrita con derroche,
con desmedidas ansias de verdad,
que cerraban el libro cada noche,
con trémulas dolencias de orfandad.
Una cruz desnuda en un calvario,
frecuente compañera de mis sueños,
me despertaba envuelto en un sudario.
Hasta una noche en que al fin unos extraños
clavaron en esa cruz mi desventura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *