Introducción

Abro esta Web con el título “Musas y Análisis Proféticos”, bajo el seudónimo de Jesús Aurelio Marco, para publicar los escritos producidos durante los quince últimos años: Novelas, poemarios y cuentos en mi primera etapa de escritor, unos ocho años, y en los otros siete el tratado “La Atalaya”; del que he extraído y continúo en ello, sumarios sintetizados con los conceptos más significativos que dosificaré por entregas y que iré vertiendo, según vayan saliendo, en este blog que denomino: “Mensajero del Atalaya”.

Para facilitarle al lector el conocimiento de los detalles principales y evitarle con ello la pérdida de tiempo, a quienes les pueda producir alergia las cuestiones que aquí presento, resumiré los principios básicos del tratado como mejor sepa.

La materia inicial y el componente original de los análisis objetivos, la he sembrado y regado con las denuncias a los sistemas doctrinales totalitarios, arbitrarios o farsantes, tanto políticos como religiosos, pero sobre todo estos y en particular los de la doctrina romana, por la reprobable influencia social y espiritual que ha ejercido durante veinte siglos en grandes masas de población.

Para la confección del tratado he debido atar muchos cabos sueltos que por estar aislados no ejercían la presión e influencia debida, pero al complementarse con otros de su misma naturaleza, el concepto cobra fuerza. He analizado esos cabos y valorado su credibilidad o falsedad, aceptando o refutando cada uno de ellos según los mandatos de la justicia divina y de la razón humana; pudiéndolos agrupar en: doctrinales puros, sueños dorados, ilusiones vanas y enigmáticas, enseñanzas fraudulentas, anhelos de poder, falsas ilusiones y por lo general toda doctrina que influya en la degeneración o la distorsión del sentimiento humano.

Me preocupa la domesticación, la confusión, el engaño y en definitiva, el gran mal que causan a los que creen en la existencia de un orden sobrenatural, con la imposición de dogmas inventados y carentes de pruebas tangibles, contrarios a la razón, a la naturaleza humana y al sentido común. En definitiva, traigo un tratado polémico avalado por hechos innegables, obtenidos de análisis científicos emitidos por técnicos cualificados, en coordinación con antropólogos, teólogos y pensadores con ánimo de aclarar los temas investigados, cuyos resultados fueron puestos en conocimiento de la Santa Sede en su momento, los mismos que me han  guiado en la denuncia de los principales credos inventados por esa doctrina.

Denuncio la tramposa dogmatización de narraciones históricas y de escritos proféticos, manipulándolos y presentándolos en su Biblia como actos de fe, al tiempo que eludían algunos evangelios, libros y artículos que señalaron como apócrifos. Se han demostrado esos engaños gracias a la decidida intervención de escritores, teólogos, investigadores y científicos, competentes y honestos.

A pesar de que esa doctrina parte de bases inciertas y poco creíbles, su iglesia siempre ha confiado en lo complejo que le resulta al ser humano mudar sus credos ancestrales. En esa convicción se han atrincherado para seguir adelante con sus utopías engañosas, sin alterar un ápice los credos, preceptos, ritos y liturgias que han vaciado de valores, aborregado y aletargado la voluntad de los creyentes, salpicando con ello a media humanidad.

Estoy convencido de que mucha gente acostumbrada a leer, es conocedora de casi todo lo que aquí traigo, porque ha sido publicado con generosidad en todo el mundo, pero no han querido confiar en la autenticidad de los descubrimientos salidos de los adelantos científicos, tampoco en la tenacidad de los intervinientes, entre los que me incluyo; como si el mundo, que sólo el Creador puede alterar su orden, se fuese a desmoronar por aceptar y defender lo que de manera innegable se ha confirmado: que Jesús no murió atado al madero y por ello no resucitó, ni todo lo demás que han dogmatizado para atribuirle personalidad divina y como herederos de su gloria, atar y desatar; apropiándose de su celebridad universal.

Creo que se puede confirmar que el mayor fraude moral cometido contra la humanidad, lo ha perpetrado y defendido durante veinte siglos esta doctrina, custodiada por su poderosa iglesia, a la que he reprobado y denunciado en la primera entrega de los anunciados resúmenes, creo que con justicia y con rigor, como: falsaria, totalitaria, cobarde y con influyentes reminiscencias criminales.

La piedra angular de la principal reprobación a esta doctrina y a su iglesia, está inserta en los documentos obtenidos tras los análisis de la Sabana Santa o Lienzo de Turín que, por sus manchas de sangre, confirmaron muchos escritos históricos y argumentos que negaban la muerte de Jesús en el madero, ya que su corazón continuaba latiendo cuando lo apearon de él, por lo que no hubo resurrección, ni bajada a los infiernos, ni ascensión a los cielos, que son los fundamentos en los que se basan los dogmas de esta doctrina universal.

La ratificación de opiniones y sospechas históricas han podido materializarse gracias a los más modernos avances de la ciencia. Todos los hallazgos científicos fueron certificados por eminentes doctores y entidades cuyos análisis gozaron de un alto grado de fiabilidad. Primero se comprobó mediante los estudios del profesor Max Frei de Zúrich sobre microgranos de polen fosilizado hallados en el lienzo, que procedían de plantas solo existentes en Palestina y por lo tanto la sábana era de aquel lugar y época. Fue muy largo, laborioso y costoso el proceso de los estudios y análisis realizados por los investigadores, chocando siempre con la oposición y negativa del Vaticano a facilitarles la porción de lienzo suficiente para hacer los trabajos; pero al final surtieron efecto las demandas insistentes de las entidades de acreditada solvencia que participaban en las operaciones: Científicos, Antropólogos, Teólogos y hasta La Nasa; pero principalmente el Instituto de Investigación del Santo Sudario en Stuttgart, cuyo secretario Kurt Berna envió una carta al Papa Juan XXIII el 26 de febrero de 1959, detallándole el resultado de los trabajos realizados y cerrando su descripción escrita con el siguiente comentario: De acuerdo con los hechos reales que no pueden ser negados por nadie, el Instituto está convencido de que los resultados constituyen un desafío abierto al mundo entero y de acuerdo con este descubrimiento, las enseñanzas actuales del cristianismo son incorrectas.

No pudiendo negar la Santa Sede la evidencia descubierta, que confirmaba la salvación de Jesús y que no murió atado al madero, aquel Papa emitió una proclama el 30 de junio de 1960, en la que ordenaba a sus obispos la aceptación y propagación de que la salvación completa de la raza humana se efectúa a través de la sangre de Jesús y su muerte no es esencial para tal fin. Después de esta alocución, qué credibilidad le asisten a los dogmas de esta religión? Sin muerte en la cruz, ni resurrección, ni ascensión al cielo, en qué se convierte esa doctrina?, en una utopía y en un grosero esperpento. Al hilo de estos sucesos pregunto: cuántos de los fraudes cometidos por esta iglesia para ocultar los caracteres del verdadero Jesús, habrán sido pesadas losas sobre la conciencia de los clérigos honestos?, pero en vez de esclarecerlos han continuado ocultándolos.

Comprenderéis que estas novedades y las pruebas que las respaldan, me han exigido un laborioso, detallado, extenso y apasionado estudio comparativo de los dogmas profesados, basados en utopías, con los hechos validados por los análisis extraídos de los relatos que he adelantado. De todo ello doy cumplido desarrollo en las quinientas páginas del tratado filo teológico “La Atalaya” que, como digo al inicio, iré sintetizando por entregas en este bloc: “Mensajero del Atalaya”.

He puesto especial atención en contestar a muchas preguntas que flotan en el ambiente de la incertidumbre humana y a lo que he dedicado más de ocho años de estudio, análisis, deducción y chequeo de escritos históricos, hasta llegar a concretar las tamizadas conclusiones, siempre basadas en reflexiones racionales.

Este apasionante estudio me ha obligado a aparcar mis anteriores tareas de escritor y a dar carpetazo al amplio argumentario que tengo pendiente de desarrollar, pero lo primero era esto: desempolvar las pruebas que evidencian la vida admirable y desconocida de Jesús, por la mayoría de la humanidad, desde el nacimiento hasta su muerte en Cachemira a una edad muy avanzada.  

Hay mucha madera para publicar, pero tranquilos, porque ya la traigo cortada y pelada, pese a quien le pese. Mi propósito ha sido el de esclarecer lo oculto hasta donde me han dado los medios de que disponía y siempre en busca de la verdad; porque la verdad nos hace libres.

A pesar del momento complejo que atravesamos, tengo plena confianza en la sensatez humana, en la que creo sin fisuras, por su capacidad ilimitada del bien y el orden; en ella confío para que este mundo extraviado enderece los entuertos que, en mi opinión, solo un racionalismo pragmático podría salvarnos de las derivas que sufrimos. Vengo a abonar el fomento del pensamiento crítico de los ciudadanos y a abortar el pasotismo improductivo y ocioso existente en las sociedades occidentales, que se precipitan en caída libre. Estamos necesitados de un revulsivo que nos devuelva la dignidad y la confianza en los valores que hemos perdido, tras veinte siglos de adoctrinamiento, idiotismo y obediencia a preceptos eclesiásticos inventados y sujetos a dogmas falaces e intimidatorios.

A pesar de todo lo dicho quiero advertir que no vengo a hacer apostolado del ateísmo, ni siquiera de un agnosticismo, que lo creo una sin razón, confirmando que solo tengo en mi base doctrinal dos principios: La fe en el Creador, llámesele Dios, Jehová, Alá o como quieran llamarlo, desvinculado de cualquier tipo de religión, congregación o secta y la confianza en la racionalidad humana.

En mi opinión, la ausencia de fe en lo Sobrenatural se ha suplido con folclore y fiestas populares, establecidas y jaleadas por la iglesia romana para complacer las alegrías de mayorías ociosas, sumisas e improductivas.