¡BULLE, MAR!

¡Bulle, mar! ¡Levanta tu bravura!,
que atruene mis oídos tu compaña,
en esta noche solitaria y oscura
del negro cenagal que mis sentidos baña,
teniéndome cautivo en la espesura
que su ausencia mortal cubre y empaña.
Embriágame con el candor de su dulzura
y trae hasta mí una artimaña
que me devuelva la luz de su frescura,
que saque de esta cabeza la migraña
que me tiene abstraído en la locura.
Beso la brisa que envolvió su figura
y la cimbreó como a una caña,
beso el aire con olor a montaña
que bajó para bañarse en su hermosura.
Beso su huella en la arena huraña
de este mar donde empezó mi desventura,
desde que fui atrapado en la textura de su telaraña.
Afrentaré este lugar con ira, con saña,
hasta que su luz me devuelva la cordura.