EL POZO

La otra tarde, cuando pasé por delante
del pozo donde tantas veces vi
tu imagen reflejada junto a mí,
me asomé al brocal solo un instante.
La angustia que sentí fue tan punzante,
que por no recordar lo que sufrí
aquel lejano día cuando te perdí,
un beso lancé al agua que espejó tu semblante.
Y se escurrió una lágrima furtiva
de estos ojos requiebro de tu amor,
una lágrima que llevaba cautiva.
Prisionera en mi cofre del dolor
la mantuve día y noche siempre viva,
ebria de tus besos y candor.