DE ELLA PARA ÉL, NACER CONTIGO.

¿Te acuerdas de aquel día cuando nos conocimos?
Buscabas impaciente un pico y una pala
en una tierra blanda, para enterrar profundas
tus ansias angustiadas de triunfos y fortuna,
que eran el sol y el agua de celos y de envidias que te comían dentro.
¿Recuerdas, esas veces cuando al fin me escuchabas,
que eran más bien escasas, lo que yo te decía?
Que ese no era el camino para encontrar la luz
en la noche cerrada que conducía tu vida.
Pero tú resistías anzuelos y cadenas, te mantenías terco
avanzando nervioso por estrechos caminos;
con tantos desesperos, con tantas agonías,
habías perturbado tu ciego corazón.
No quisiste ver nunca la luz que desde siempre
llevabas a tu lado, no quisiste perder ni siquiera un minuto
en sentir mi presencia donde siempre estuve,
unos pasos detrás, recogiendo las flores
que se te marchitaban sin haberlas olido.
Tú, con la vista al frente, sin reservar esfuerzos,
gastabas la energía de juventud ardiente en seguir adelante
y llegar el primero, ¿adónde?, ¿para qué?
Ahora, al final de tu tiempo y con la vida marchita,
cuando las fuerzas menguan y el aliento se escapa,
ahora, que has gastado en los largos silencios y en porfiadas quimeras
lo poco que tenías, que para mí era mucho,
ahora, por fin ahora, cuando el camino llega a inaccesibles rocas,
cuando la luz del día se diluye y se apaga en un cielo cobrizo,
ahora, por fin ahora, pudiste despertar.

Tantos días de angustia, tantas noches
regadas con arroyos de llanto y después,
unos días de calma, de ansiado paraíso hasta que
poco a poco se apagaban los ecos de la anterior tormenta,
y otra vez al olvido, otra vez a la carga, a vomitar
las hieles de una niñez preñada con semillas malditas.
De ellas nacieron sombras y nubes, que amargaron las aguas
de tu vida mezcladas con las mías,
ocultando sus mantos las luces de tus gozos,
de esos gozos que nunca plenamente vivimos.
Ya no tenemos tiempo y aunque tu sol brillase,
dudo que lo hiciese, ya no nos quedan fuerzas
para andar el camino que tuvimos abierto,
ya todo está cerrado, ya solo huele a muerto.
Quiero morir contigo, para que hagamos juntos el recorrer del tiempo,
por si un día volvieras a nacer, nacer también contigo
en el mismo lugar y en el mismo momento.
Llevarte de mi mano para que empieces fuerte,
para que nadie siembre en tu alma inocente
la perfidia y el fuego que envenenó tu fuente,
que nos robó la vida y nos trajo la muerte.