Primera Entrega

PRIMERA ENTREGA: PRINCIPIOS DOCTRINALES Y ANTECEDENTES

Como no me agrada encontrar paja en mis lecturas, he intentado sintetizar cuanto me ha sido posible los conceptos más significativos de estos resúmenes, presentarlos de manera telegráfica; pero por la relación estrecha de los hechos narrados con sus raíces o sus fuentes, no me ha sido posible simplificarlos más; también por la obsesión anímica y obsesiva de creer que no explico con bastante claridad las narraciones y que a veces me hace volver sobre ciertos sucesos, como es el caso de la peste antonina, que por su relación con la actualidad mundial he repetido en parte sus antecedentes.

Desde hace muchos siglos se han producido en los círculos de historiadores e investigadores profundas inquietudes por conocer los acontecimientos acaecidos en torno a la vida del Maestro Jesús, desde el nacimiento hasta su muerte; los conocidos directamente o los deducidos de los manuscritos y documentos que se han podido recopilar, porque la dominación absoluta de la Iglesia Romana, en lo sucesivo I.R., en occidente, controló desde el siglo III en el concilio de Nicea, año 325, todo lo que se conocía por escritos o por leyendas y relatos populares sobre la vida del Maestro; falseando, ocultando, secuestrando o destruyendo lo que no encajase en sus proyectos doctrinales ni en sus evangelios canónicos, escritos muchos años después de su sacrificio en el madero.

Buena prueba de esa inquietud universal ha sido la gran cantidad de libros y escritos que existen, muchos de ellos publicados en los buscadores informáticos, en plataformas y en portales digitales. En adelante encontrareis en este tratado filo-teológico todo lo que tras un análisis riguroso he considerado coherente y defendible ante las posibles críticas de opiniones contrarias; pero no me he centrado únicamente en las divulgaciones de hechos significativos en la vida de Jesús, también he utilizado y ordenado los escritos que conducen a la negación de los dogmas instituidos por la Doctrina Católica, ofreciendo los medios para inocular ese virus doctrinal, al tiempo que denuncio con firmeza los análisis y reflexiones que indican la imposición de falsedades por la I.R. en su doctrina.

Cuesta aceptar que una religión basada en principios doctrinales inventados, haya sido durante veinte siglos el soporte espiritual de media humanidad, de cuya decadencia y ausencia de valores es responsable directa, lo que le augura un final cercano; aunque no se derrumbará hasta que los pueblos se armen de valor y derriben los sistemas abusivos que nos han traído hasta aquí: La propia I.R., los sistemas demagogos y retóricos del marxismo aburguesado, las políticas de globalización y, en general, las democracias prostituidas y corrompidas.

Aunque es harto difícil hacerse una idea preliminar de los fundamentos que presento en este tratado, “La Atalaya”, con la simple lectura de su síntesis, voy a intentar transmitir el concepto original para que los lectores desinteresados en el tema no pierdan su tiempo. En el fondo del tratado subyace la denuncia de las falsedades en los principios dogmáticos de la doctrina romana, cuyo pilar central es ficticio al utilizar la persona humana y ejemplar de Jesús para convertirlo en Mesías, Hijo único de Dios, amparándose en su muerte en la cruz, su resurrección y su ascensión a los cielos, donde está sentado a la derecha del Padre y todo ello basado en puras utopías. En resumen, de todas estas ilusiones románticas nada de nada: ni nació por obra y gracia del Espíritu Santo, más allá de la gestación de cualquier ser humano, ni su padre fue el inconsistente y oscuro José el carpintero, ni pasó su juventud entre los 13 y los 29 años ayudando en la carpintería, ni murió atado a un madero sino a una edad avanzada en Cachemira, ni resucitó, ni subió al cielo que no existe como tal, al igual que tampoco existe el infierno, ni el demonio, ni habrá un fin del mundo, ni resurrección de los muertos, ni nadie tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, sólo el Creador con su poder infinito y su sabiduría absoluta, como está narrado en el A.T. Pues bien en estas convicciones documentadas y razonadas se basa este tratado, que he desarrollado en más de quinientas páginas.

Por estar convencido de que los fundamentos de la doctrina romana no están asentados en bases ciertas sino sobre fantasías e invenciones balsámicas, vengo a presentar algunas referencias producidas desde muchos siglos atrás en círculos de investigadores e historiadores que han despejado sus inquietudes, sus dudas por conocer los acontecimientos producidos en torno a la vida de Jesús de Nazaret, como se le ha dado en llamar por su derivación de Nazareo o Nazareno, es decir zelote o integrista judío, ya que la ciudad de Nazaret fue fundada mucho después de su muerte, exactamente en el siglo VIII d.n.e., y para complacer a los peregrinos que la buscaban por sus referencias bíblicas y no la hallaban.

De haber sido convincentes los relatos evangélicos y las cartas apostólicas, no se habrían invertido siglos en las investigaciones de los documentos hallados, los pocos que no fueron ocultados, secuestrados o destruidos por la poderosa I.R., que desde sus orígenes se empleó a fondo en adulterar los hechos, confundiendo a los devotos y en general a la mayoría de los pueblos que dominaba. Acomodó a su ambicioso proyecto los hechos históricos que pudieran descubrir el engaño de sus fundamentos doctrinales y por ende sacar a la luz la falacia de sus dogmas.

Así pues, empezaré por presentar la ascendencia de Jesús, hijo primogénito de Judas de Gamala o de Galilea, un rey ungido, y de María; nada tuvo que ver con este hecho José, el carpintero de los evangelios, suplantado por el ángel Gabriel o el Espíritu Santo en sus deberes de esposo. De esta unión entre Judas y María nacieron también: Jacobo, Santiago, Simón Pedro, Judas y José. El padre de Jesús era un hombre rudo, de bella estampa, de gran familia, jefe de ejércitos e instigador de las revueltas contra los romanos con ocasión del censo de Quirino para los residentes en Judea, provincia romana, el año 7 d.n.e, y no para los residentes en Galilea como serían María y José, su inconsistente esposo; por lo tanto no ha lugar ese viaje bíblico de José y María de Nazaret a Belén en Judea para ser censados, Lc.2.4; lo más probable es que naciese en Gamala, que era donde vivían sus padres. La doctrina romana se inventa Belén para que se cumpliese la profecía de Miqueas Mi.5.2 “el reinado del libertador desde Belén”. Con este invento, la fantasiosa I.R. justifica la divinidad de Jesús desde antes de su nacimiento y todo ello salido de los sueños del campesino Miqueas, que advierten de la ira de un Dios destructor. Tampoco es creíble que Jesús pasase su infancia en un Nazaret que no existía sino en Gamala. Su padre promovió el mesianismo y fue ejecutado entre el templo y el altar.

Una vez muerto el padre de Jesús, su madre María, se desposó con el Zebedeo y de esa unión nacieron Santiago el menor y Juan, el discípulo amado; como también era amada del Maestro, Salomé, a quien los escritos bíblicos la culpan de la muerte de Juan el Bautista, una burda acusación, como también lo es que fuese concubina y bailarina de la corte, puesto que era de la nobleza, al ser sobrina de la esposa de Herodes (evg. de Tomas epgr.61), además de princesa.

Gamala y no otra fue la ciudad donde nació la dinastía divínica a la que pertenecía Jesús. La leyenda del buen carpintero José, nace de las referencias que había de los Mesías bíblicos: Hijos de David e hijos de José, el patriarca que fue separado de sus hermanos en Num.13.11, textos judíos de la era talmúdica. A Ben José se le considera el precursor del Mesías Ben David y el carpintero de los evangelios, sólo servía a un propósito muy preciso: ocultar la pertenencia de Jesús al movimiento zelote, que se caracterizaba por la vehemencia e integrismo religioso judío, todo lo contrario de su glorificación por la doctrina romana como un pacifista redentor de la humanidad y segunda persona de la Santísima Trinidad. Hay mucha confusión en los escritos históricos entre Jesús y Juan el Bautista, ambos conocidos como Mesías porque lideraron enfrentamientos con los poderes religiosos y políticos para liberar a Israel de la ocupación y tiranía de los invasores.

El precursor del mesianismo fue Isaías en 9.2, que llevó la esperanza a su pueblo ante la invasión asiria en el 720 a.n.e. que él presenció, profetizando la futura venida de un vástago de la realeza de David que aniquilaría a los opresores y permitiría el retorno de los desterrados de Israel. Una nueva misiva mesiánica la tuvo Daniel en 9.25, año 167 a.n.e., como reacción emocional a la invasión del rey persa Antioco Epifanes, que violó el templo de Jerusalén, instaurando en el recinto sagrado el culto a la estatua del dios Zeus, prohibiendo la observación de la ley mesiánica. A todos los Mesías se les llamaba Hijo de Hombre y su reino era terrenal y no de los cielos.

El mesianismo universal y el paulista en especial es una reinterpretación muy posterior y totalmente alejada de la realidad histórica en la que el verdadero Mesías pide a sus seguidores vender sus ropas, si fuera preciso, para armarse para la lucha contra el opresor; manifestando que no ha venido para traer la paz sino para hacer la guerra, Lc.22.36 y archivo 853P. La palabra cristiano es la traducción al griego del término mesianista o seguidor del mesías, el rey ungido que liberará a Israel, por lo que sin mesías no puede haber cristianismo.

Atando conclusiones se puede deducir que Jesús nunca tuvo la intención de abandonar la religión judía e instituir otra en su lugar, lo cual es propio de un nazareno o zelote. Los Evangelios no son testimonios válidos ni fieles de lo ocurrido, sino narraciones escritas muy posteriormente por creyentes cuyas afirmaciones estaban sujetas a intereses personales y partidistas.  

Me he extendido sobremanera en dar explicaciones históricas sobre el término Mesías de la cultura judía, para rebatir el atributo que vanamente hace la I.R. de Jesús con la astuta y malévola intención de justificarle una falsa divinidad y exaltarlo a redentor del mundo. Nadie antes anunció la venida de un redentor.

Hay una extensa bibliografía al respecto, pero por no cansar al lector, referiré sólo algunos escritos: Herman Samuel Reimarus que en su obra fragmentos (1774-78) rechaza por completo la fiabilidad histórica de los relatos evangélicos de la resurrección de Jesús y de que fuera un ser sobrenatural; lo mismo se deduce de las obras “Jesús, el Mesías del linaje de David” escrita por Daniel Masse; “Los secretos del Gólgota” capitulo 14 de Robert Ambelain y “Jesús o el secreto mortal de los Templarios”. En Hechos 5.30 no se deja claro si Jesús fue colgado de un madero o atado a una cruz; símbolo sagrado en la antigüedad, ya que sus cuatro brazos representaban los cuatro elementos del mundo físico: aire, agua, tierra y fuego. La I.R. se ha proclamado como la precursora de la religión cristiana y no es cierto, ya que en la secta esenia estaba establecido como tal el cristianismo primitivo, siglo II a.n.e. Incluso el gnosticismo le precedió.

Justiniano mártir, cundo se refería a la naturaleza humana de Jesús añadía: estas cosas pasaron y podéis comprobarlas en las actas de Pilatos. En el capítulo 21 del Apologético y en su obra Prodigios de la vida y muerte de Jesús, narra los informes hechos por Pilatos en las cartas a su emperador Tiberio; también Jerónimo de Estridon en su obra Chronicon hace referencia a estas actas. Eusebio de Cesárea en Historias Eclesiásticas dice: Pilatos dio parte a Tiberio de todo lo referente a la resurrección de Jesús. En el libro II.2 narra cómo se turbó Tiberio cundo Pilatos se lo refirió, siendo esta la razón por la que dejó escrito que mantenía una buena opinión del Maestro y prueba de ello fue el que no dispusiera planes hostiles contra sus enseñanzas. Fueron al menos siete las cartas extensísimas de Pilatos a Tiberio, editadas el 2-11-2006 en Bogotá por el analista Juan Manuel de Castells y publicadas en laicismo.org.

Las actas de Pilatos, junto a sus cartas, arrojan documentación precisa para considerar fiables los libros de Holger Kersten “Jesús murió de viejo”, con toda la extensa bibliografía de la que obtuvo su información. Así mismo considero fiables los escritos contenidos en el libro “Jesús vivió y murió en Cachemira” con gran participación de las investigaciones realizadas sobre la Sábana Santa o Lienzo de Turín por teólogos y científicos, que con mucha prudencia enviaron una carta al Papa Juan XXIII exponiéndole los resultados de sus trabajos y las consecuencias para la doctrina romana. En este libro está incluida la carta que envió Pilatos a Tiberio, mostrándole sus simpatías por Jesús que se tradujeron en una serie de detalles favorables para que pudiera escapar a la muerte en el madero, las medidas y previsiones cumplidas con rigor por los que colaboraron en sus planes, de burlar la condena de los sumos sacerdotes judíos enfrentados con Jesús; desde el centurión Longinos, jefe de la guardia en el Gólgota, hasta el último soldado, pasando por José de Arimatea, Nicodemo y los expertos esenios en curas de extrema gravedad, quizás los más adelantados de aquella época.

Para el estudio de este tratado me he apoyado en los análisis que he creído coherentes y racionales de los caracteres humanos atribuidos a Jesús, incluido el libro de Nicolás Notovitch “los años perdidos de Jesús”, que refiere sus estancias en el Tíbet entre los 13 y los 29 años; rechazando los que rezumaban fanatismos e ideologías partidistas. A pesar de ello y puesto que en sus orígenes tenían raíces muy distintas y habían nacido en lugares y circunstancias diferentes y distantes en el tiempo, los saco a la luz porque confío en que lo que he escrito se acerca mucho más a la realidad de los hechos, que ocurrieron hace dos mil años, que lo presentado por la I.R. como dogmas y actos de fe. No obstante, observarán que hay opiniones e interpretaciones encontradas en algunos informes de menor importancia, que el lector entenderá como defectos de traducción en los análisis históricos unidos al manejo de las metáforas de aquella época.

Si la I.R. no hubiera resumido, secuestrado o destruido muchas pruebas que probaban la vida del Maestro, no se hubieran necesitado tantas investigaciones realizados sobre el hecho, quizás el más importante de nuestra era. Pero las estructuras romanas en sus orígenes imperialistas y autoritarios tenían que inventar una doctrina a la medida de sus ambiciones de dominio y poder; tejer la densa maraña para que la incauta civilización occidental, sedienta de credos, fuese atrapada y bien sujeta, que no pudiese escapar a sus engaños. Más de 300 años les costó tejer esa red espesa e invisible, al amparo de Constantino.

Después de esta síntesis sobre los pasajes documentados de la vida de Jesús, desde el nacimiento hasta su muerte a edad avanzada y muy lejos de su tierra natal, pasando por los graves sucesos que impregnaron su apasionante vida, os traigo un amplio y detallado análisis documentado con las bibliografías a las que he podido tener acceso en este incansable estudio; pero antes quiero dedicar un cariñoso saludo a los hombres, mujeres, niños y niñas de mi país, que una vez más estamos resignados a sufrir la inseguridad mortal de estos tiempos difíciles que padecemos, con valentía y sentido de la responsabilidad. 

Antes de entrar en el análisis de los temas que considero prioritarios, quiero defender las criticas que en este tratado hago contra el absolutismo doctrinal de la I.R., fundamentado en credos que no han podido ni podrán nunca demostrar, porque no son ciertos y por estar plagados de incoherencias y despropósitos que he venido sufriendo en mi estado anímico doctrinal desde hace muchos años, casi desde siempre, hasta tener tiempo para contrastar mis sospechas, gastando en ello más de diez años de mi vida. Todas las investigaciones y exégesis que yo he realizado para poner el blanco de la verdad sobre el negro fondo de las utopías romanas, es lo que deberían haber establecido muchos siglos antes sus doctores, conocedores de todo lo averiguado por los honestos y afanados investigadores y teólogos, que en base a los hallazgos documentados, el 26 de Febrero de 1.959 advirtieron por escrito al Papa Juan XXIII que las enseñanzas actuales y pasadas del cristianismo son incorrectas. En los documentos y estudios comparativos realizados sobre análisis bíblicos y libros apócrifos, he razonado mis conclusiones. Todos esos análisis los he venido haciendo de manera objetiva, en defensa de los dos principios fundamentales en los que se apoya este tratado: La fe absoluta en el Creador del equilibrio universal, con toda la vida que lo puebla y muy en especial el ser humano, la obra perfecta por y para quien todo fue creado y la racionalidad humana o entendimiento activo, soplo divino adherido desde sus orígenes, lo que nos diferencia de todos los demás animales vivos.

Pero meditando en ello he ascendido a tercer principio lo que hasta ahora había sido una reflexión. Se trata de la imposibilidad humana de traspasar los límites establecidos entre el conocimiento del mundo material y el sobrenatural, que en cierto modo podría entenderse como una sintetización de los otros dos.  Sé lo difícil que puede ser razonar sobre estas bases doctrinales, si antes no se está convencido de que la mente humana tiene fronteras que no puede traspasar. Al otro lado de la linde hay infinidad de fenómenos inaccesibles a la razón humana; es el límite entre el entendimiento activo y el Absoluto de Dios.

Al igual que antes les preocupó a los investigadores el impacto que produciría en los fieles cristianos el hallazgo de vestigios básicos que trastocasen los cimientos de la cristiandad, hoy me preocupan a mí, por los traumas que sufran los fieles creyentes y por el cisma que pueda producirse entre ellos y entre sus jerarquías eclesiásticas; pero me he atrevido a publicar las críticas que avanzo a continuación, a pesar de conocer lo arraigado que está en algunos sectores de la sociedad la devoción a su Cristo y a su Virgen, pero las verdades deben imponerse a la ignorancia en temas de fe y porque las realidades sobre la vida y muerte del Maestro Jesús debe imperar contra cualquier dogma preestablecido. Confío en que este revulsivo teológico derive en un pragmatismo doctrinal que a su vez sea extrapolable a la vida real de los ciudadanos.

Como alivio a quien le pueda afectar esta convulsión dogmática le digo: que lo esencial es la confianza y fe en el Padre, que fue lo que Jesús enseñó a quienes le siguieron, todo lo demás son obras de los hombres que deberán ser revisadas, actualizadas y adaptadas a los avances surgidos de las pruebas confirmadas; manteniendo los diez estatutos Divinos como vínculos de unión entre Dios y los hombres, ajustados a las circunstancias actuales; abolir lo viejo y sustituirlo por lo nuevo. En base a este tratado, yo traigo una hermandad monoteísta universal, valiente y justiciera, instituida y afirmada por la ley de talión Ex.21.12-25 y no poniendo el otro carrillo, que ha sido lo impuesto por la hipócrita y balsámica I.R. No vengo a romper la fe en un único Dios, sino a unir voluntades para abolir los añejos y engañosos principios doctrinales; es la hora de tocar a rebato.

Ahora que al grito de nuestros muertos: abuelos, padres, hijos, hermanos, familiares y amigos, hemos despertado y estamos saliendo del letargo que durante muchos años nos ha mantenido pasivos, creo que ha llegado la hora de  denunciar a nuestros enemigos, apearles de sus lujosas cabalgaduras, ponerles frente a la justicia de tribunales públicos y sentenciarlos. Extiendo este mensaje a la disciplinada humanidad que está librando una batalle de vida y muerte pero muy en particular a los que han tenido la desgracia de ser atrapados por el virus y de sufrir la ineptitud, la incompetencia e inoperancia de unos gobernantes que están indiferentes ante el sufrimiento de los ciudadanos. Esta situación trágica y desmedida que padecemos debería marcar un antes y un después en los hábitos y costumbre, modos y maneras de comportarse los ciudadanos, imprimiéndole  un carácter de solidaridad mucho mayor del que ahora campa a sus anchas. Si cuando salgamos de esta pandemia seguimos atados a las ruedas de la sumisión y la cobardía que arrastran nuestras vidas desde hace veinte siglos, habremos malgastado una oportunidad histórica para librarnos de imposiciones y evasivas palpables, que han guiado nuestra existencia ancestral por sendas tortuosas, con intenciones serviles de interesada intimidación.

En la historia de la humanidad se han contabilizado muchas pandemias, los investigadores las perseguían cuan Arúspices Etruscos, especialistas en el arte de la adivinación, pero por lo general los políticos no las hacían caso y les tachaban de locos. Flavio Eutropio, historiador romano del siglo IV decía que las pestes surgen cuando las desesperanzas son mayores, refiriéndose a la peste Antonina, que asoló Roma entre el año 165 y el 180 d.n.e., traída por las legiones romanas cuando regresaron de su victoria contra los Partas. En aquella peste murieron a diario más de dos mil personas, incluido el emperador Lucio Vero que cometió el error de huir de Aquilea infectado, desoyendo los consejos del griego Galeno, el mejor pandemita de aquella época, quien probablemente le hubiera alargado la vida de haber permanecido en su palacio. La mayoría de romanos que se salvaron fue porque no salieron de sus casas; tomemos nota.

A Lucio Vero le sucedió su hermano adoptivo Marco Aurelio, el emperador romano más humano y sabio de todo el imperio. Su vida política estuvo plagada de sentencias cargadas de moralidad, justicia y humanidad: No lo hagas si no es conveniente. No lo digas si no es verdad. La destrucción de la inteligencia, el espíritu o el entendimiento, es mucho peor que la más mortal de las pestes. Fue un hombre honesto, amante de la verdad y de la igualdad ante la ley. El rebrote del año 180 le alcanzó, muriendo él, su mujer y ocho de sus trece hijos. La crisis económica derivada de aquella peste agotó el tesoro público, entonces él subastó sus bienes personales para mitigar las miserias de su pueblo. Ya en su lecho de muerte dicto su sentencia lapidaria: No lloréis por mí, pensad en la pestilencia, en los que sufren azotes mortales y sed prudentes en vuestra libertad. Por lo parejo con los tiempos que sufrimos, he querido presentar estas referencias históricas para insistir en la prudencia y solidaridad con la que debemos vivir.

Siguiendo con la presentación de las denuncias contra los dogmas ingeniados por la doctrina romana tengo que añadir, que al margen de lo que se pueda entrever os garantizo que todo lo que traigo forzará unos resultados terminantes en la voluntad de revelarnos contra las intimidaciones y engaños a los que nos hemos habituado en nuestra larga historia; porque la sumisión clerical y el servilismo ortodoxo nos han restado capacidad y valentía para enfrentarnos a nuestros enemigos, que siempre han salido indemnes, fortalecidos y bendecidos.

Antes de entrar en el desarrollo de esta síntesis resumida, quiero llamar la atención del lector en uno de los conceptos que fundamentan mis críticas a las acomodaticias estructuras eclesiásticas de la I.R., porque descontando los rezos rutinarios de los responsos funerarios, yo os pregunto: han sabido de alguna intervención de sus jerarquías, aquí o allá, para denunciar, censurar e incluso criminalizar las actuaciones de gobernantes deslegitimados por las negligencias e ineptitudes en habilitar los medios necesarios para la protección ciudadana, frente a los mortales riesgos de esta pandemia?, dirán que no les competen las vidas humanas puestas en manos de la muerte. Esa es la valentía que reclamaba unos folios más atrás, pero debo ampliar mi exposición y para ello presento algunos de los principios que fundamentan este tratado: Las doctrinas políticas y religiosas son utilizadas por los jerarcas y sus agregados para controlar a las mayorías silenciosas, que bajo el dominio de las religiones fanáticas y las ideologías dictatoriales han despojado a la humanidad de sus señas de identidad; colocando entre Dios y los hombres un manto de nubes, teñidas con oscuros dogmas de fe idolatrados.

Estos veinte siglos de dominio de las voluntades y las conciencias por la I.R., han sumido a occidente en un estado de anestesia y de aletargamiento, en una apatía espiritual profunda. Los pocos creyentes en Dios que persisten, practican su fe de manera superficial y rutinaria debido a la ignorancia de la realidad teológica, porque en esta larga travesía del desierto espiritual solo le interesó a la I.R. nuestra afinidad domestica y la sumisión exigida desde los púlpitos, bajo amenazas con falsedades dogmáticas, erigiéndose como los  únicos salvadores entre Dios y los hombres. Putas patrañas de falsos pastores que nos han extraviado y alejado del Padre, provocando la apatía hacia el poder divino, enquistado en su boato y hegemonía histórica; han estafado y arruinado nuestra espiritualidad y con ello han secado el enorme manantial humano de ilusión y de esperanza, idiotizándonos; haciéndonos insensibles y cobarde a los caracteres intrínsecos de la sensatez humana, han enfermado nuestras voluntades y por ende las economías, a las que solo les faltaba la crisis sanitaria provocada por la torpeza y temeridad sobre esta pandemia, para dar la puntilla a los derrumbes económicos y sociales. Mientras la mayoría de los poderes públicos y religiosos viven aferrados a sus poltronas, los sufridores pagamos sus fiestas y nos empobrecemos; las hieles se desbordan y perdemos cada día jirones de dignidad ante un futuro incierto.

Estoy convencido de que estamos purgando el castigo por nuestro alejamiento del Padre, provocado por la vanidosa y obsesiva ansiedad de dominio de la I.R., viniendo de ahí la oscuridad que padecemos. Confío en Su compasión y amor a todos los nacidos de mujer para que vuelva a cobijarnos bajo su mirada, para que nos ayude a corregir nuestras miserias, producidas por los arraigados vicios, hábitos, tradiciones y deseos desordenados. Sospecho que padeceremos lo que no está escrito, porque hemos faltado a la verdad y burlado Su justicia.

Resulta paradójico que la sociedad y la cultura occidental, tan desarrollada y avanzada, se apoye desde hace veinte siglos en pilares espirituales fraudulentos y carcomidos cada día más, por las falacias que les dieron apariencia, forma y falsa fortaleza; dogmas nacidos de simuladas interpretaciones de los sucesos, unidos a la vida y las enseñanzas de Jesús, relativos, esencialmente a su muerte, resurrección y ascensión a los cielos, al infierno con su demonio, al juicio final con la previa resurrección de los muertos, al fin del mundo y a la vida eterna; y después de ese final qué?, dejaría Dios que todo volviera al vacio original, a la nada?. Qué insensatez, creer que un mundo tan sabiamente estructurado, que ha evolucionado con perfección absoluta durante millones de años, venciendo las maldades provocadas por la humanidad, pueda desaparecer, es un desatino; a pesar de que la civilización occidental sometida a la I.R. sea un enfermo terminal corrompido y adulterado a través de los siglos, no solo por las demagogias, las retóricas y desmedidas disciplinas religiosas, también por las ideologías políticas, que han evaporado y secado sus capacidades y contenidos espirituales. Espero que el Creador actúe antes de que las fuertes raíces de la racionalidad humana se pudran del todo, envenenadas por la ruina moral que sufrimos. Deseo que hallemos un remedio purificador, un revulsivo sincero de las fuerzas del bien y una vacuna preventiva de la autodestrucción.   

Occidente ha estado domesticado, unos países más que otros, durante veinte largos siglos, por los poderes facticos que nos han impedido ser nosotros mismos, mutándonos en seres temerosos a los castigos divinos inventados por las falaces jerarquías eclesiásticas de la I.R. y sus adláteres, cuya doctrina está basada en dogmas falsos y muy a pesar de ser una amplia mayoría las comunidades que deseamos romper las ataduras del temor al más allá que paralizan nuestro espíritu, para así fortalecer las facultades intrínsecas de nuestro ser; pero para ello debemos unir voluntades en la misma dirección, unir personas y no números que es como nos cuentan.

Somos portadores de genes con semillas del miedo que nos han convertido en seres domésticos, pusilánimes, cobardes, huidizos y temerosos a las amenazas humanas impuestas por gigantes con pies de barro; hasta que se dispare el potencial energético contraído; ese potencial que cuando irrumpe, tras rasgar la camisa de fuerza que vestimos desde el nacimiento, será capaz de provocar los mayores desastres y sacrificios humanos. Utilicemos este periodo histórico para romper las amarras ancestrales y así librarnos de los yugos doctrinales de una iglesia falsaria, totalitaria, cobarde y con influyentes reminiscencias criminales:

– Falsaria, porque ha basado sus fundamentos en dogmas inventados en torno a su cristo, su virgen y sus santos. El Maestro Jesús, reconocido en su tiempo como un profeta honesto, fue salvado de la muerte en el madero por los devotos seguidores de sus enseñanzas. No murió, ni resucitó, ni subió al cielo y después de ser curado de sus heridas huyó hacia oriente, muriendo a una edad avanzada, 125 años o quizás más, en Cachemira, siendo sepultado en Srinagar, su capital. Allí está su tumba, venerada por personalidades y gentes de todas las religiones desde cristianos a musulmanes y custodiada por sus descendientes directos.

– Totalitaria, porque ha mantenido sus principios doctrinales falsos, sin darle opción a otras corrientes más ajustadas a los hechos, desde que en el concilio de Nicea, año 325, Atanasio y sus secuaces los impusieron a sangre y fuego, en contra de las corrientes cristológicas opuestas al Trinitarismo del Padre, Hijo y Espíritu Santo, y todo gracias al apoyo imperialista romano de Constantino I. Cuesta creer el grado de docilidad de las sociedades occidentales para no haberse rebelado contra las muchas muestras de irracionalidad e idolatría que están recogidas en sus evangelios canónicos, desoyendo a otros tachados de apócrifos, agnósticos y heréticos; algunos de ellos con mayor grado de veracidad que los admitidos por la I.R. Por las cartas y epístolas contenidas en sus inciertas escrituras debería habérsele llamado paulinismo en vez de cristianismo; ya que se fundamentan principalmente en los escritos atribuidos a Saulo de Tarso, confidente del sanedrín perverso que sentenció a Jesús; perseguidor de las primeras sectas cristianas de creyentes y de los nazarenos; participante por acción u omisión en la lapidación del mártir Esteban, también en agresiones y persecuciones a Santiago y a Pedro. Crítico con quienes creían que Jesús era el mesías bíblico, argumentando que era un farsante por acabar su vida como un fracasado abandonado por Dios. Pasó de judío fanático a apóstol de gentiles: era de constitución enfermiza, neurasténico, físicamente débil, epiléptico, bizco, calvo y petiso; intolerante, rudo y apasionado; con alucinaciones místicas y cegueras temporales; un sicópata que padecía una energía aventurera, egoísmo infantil, mentiroso y una capacidad dialéctica desdeñable. Su fanatismo en la persecución a los cristianos representó, casi seguro, una compensación al trauma de su propia insuficiencia sensual. Sufría dolencias a las que llamaba aguijones de su carne y bofetadas de Satán, por humillantes, dolorosas y crónicas. Todo su adoctrinamiento es un despropósito idolatra, soberbio y vanidoso, adornado con florituras amorosas, que unidas a la fanática devoción a su cristo, forman un dudoso compendio, muy improbable de que pudiera salir de su pluma. 

– Cobarde, por coaligarse siempre con los poderosos, desoyendo el llanto de los sumisos, marginados, apenados y perseguidos, con la obsesiva intención de llenar sus arcas de riquezas y poderes. Ocultando la cabeza de sus desmesuradas codicias bajo el ala de su falsa divinidad y la sumisión al mejor postor.

– Reminiscencias criminales, por promover guerras, cruzadas y acosos a quienes discrepasen de sus dogmas falsarios, sacramentos y preceptos obligados por la fuerza de su poderío insaciable. Nunca rehuyeron muertes ni  derramar la sangre de inocentes, cuando les producían incrementos del patrimonio; con sus papas guerreros al frente de las batallas, sus ejércitos bien armados, cruzados, templarios e inquisidores, usurpando propiedades y asesinando a desvalidos.

He sintetizado al máximo en este mensaje lo que he investigado y desarrollado durante diez años en el tratado filo-teológico “La Atalaya”, un compendio de indagaciones precisas, contrastadas con realidades cotejadas honestamente, que aportan un alto grado de fiabilidad a lo desarrollado en sus más de 500 páginas, dosificadas con regularidad en estas entregas. Pero quiero recomendaos, como premisa, una reflexión que estimo muy importante: Que rompáis las cadenas del miedo a las imposiciones falaces de la I.R., inculcadas durante veinte siglos; que os rebeléis contra sus dogmas idolatrados rellenados con fantasías ilusorias que son ajenas a los caracteres de nuestro entendimiento racional y a los designios del Creador. Presiento que flota una pregunta en el aire: Cómo se ha mantenido durante veinte siglos una doctrina establecida sobre tantas falsedades? En mi opinión: porque sus estructuras las afirmaban con amenazas y engaños a sus devotos, por el apoyo de los poderes facticos a sus doctrinas intimidatorias y porque es difícil hallar en una misma persona o en un equipo armónico, la voluntad y destreza necesarias para llevar a cabo la ardua tarea de descubrir las adulteraciones.

Podemos encontrar amplias bibliografías dedicadas por separado a análisis teológicos del A.T. y el N.T.: libros y evangelios apócrifos, indagaciones sobre la vida de Jesús entre los 13 y los 29 años que confirman su estancia en monasterios tibetanos; pero lo principal está en los años siguientes a la crucifixión, que no culminó el propósito de acabar con su vida, siendo salvado de una muerte segura por personas afines a él y a su doctrina, como Pilatos, José de Arimatea, la secta esenia de terapeutas y sanadores, Nicodemo y Longinos, el capitán y centurión encargado por Pilatos para tratar de evitar la muerte del Maestro, con estos hechos definitorios: La esponja empapada en vinagre, incienso y mirra para apaciguar el ánimo y los dolores, no quebrarle las piernas, darle una lanzada superficial en el costado derecho, lejos del corazón, apresurar su descuelgue del madero, quitarle la corona de espinas y dejarlo en el sepulcro sin pérdida de tiempo, todo gestionado por gentes contrarias al Sanedrín, que era su enemigo.

No he hallado ningún tratado, equiparable a La Atalaya, que razone e hilvane desde los orígenes bíblicos de la Creación conocidos y hasta donde he tenido alcance, la conexión de hechos teológicos entre sí con los principios dogmáticos de religiones, libros apócrifos y hallazgos modernos consensuados y aderezados con los caracteres naturales de la racionalidad humana. Todo lo editado, hasta ahora al respecto, es como un gran archivo que contiene infinidad de artículos y temas, tratados por fascículos sueltos, cada autor el suyo, pero que nadie, que yo sepa, había ordenado y conjuntado como está en La Atalaya. Ordenando las investigaciones, el desarrollo y aporte de las pruebas que extractan este tratado, que no novela, he podido recopilar un conjunto de documentos, desde los más antiguos estudios doctrinales y religiosos hasta los hallazgos bien argumentados de la vida y enseñanzas del Maestro.

Con la convicción adquirida de los análisis bíblicos y sus deducciones, unidos a los estudios realizados, basados en la amplia bibliografía existente de los temas tratados, reitero que para mí solo hay dos dogmas, dos credos infalibles: El primero, la existencia de un único Creador, ente sobrenatural incorpóreo, el Dios que la doctrina romana profana con sus idolatrías; cuya comprensión está fuera de los límites de nuestro entendimiento y el segundo, la racionalidad humana del ser casi perfecto que somos, por y para quien fue creado todo lo visto y lo oculto. Exceptuando estos dos credos, todo lo demás son invenciones falaces y patrañas insostenibles.

En estas circunstancias tan graves que estamos atravesando, deseo que cada español honesto saque el genio político que todos llevamos dentro y se involucre, en la medida de su fortaleza, en tareas de la vida pública, incluida la rebeldía ciudadana a la mansedumbre. Estoy convencido de que la inmensa mayoría de vosotros, sobre ser ciudadanos silenciosos y un tanto aletargados, tenéis mayor capacidad para dirigir ciertos órganos de gobierno que esos rebaños de borregos apesebrados, que acaparan muchos puestos del poder político. Gentes con bajo grado de honradez y de dignidad nos tienen desgobernados, esclavizados desde hace muchos años y arruinados. No tengáis miedo, porque el menos entendido  de vosotros está más y mejor preparado, que el más letrado de esas mayorías de palmeros anodinos de regímenes autocráticos que nos han invadido.

Muchos meapilas y aborregados del régimen estarán pensando que no es este el momento más adecuado para atizar con estas proclamas, pero no quisiera que la revancha popular que estallará en calles y plazas después de esta catástrofe humana, en parte agravada por la ineficacia y torpeza del gobierno social-comunista que padecemos, la sofoquen y apacigüen las instituciones religiosas.     

He referido en varios apartados de La Atalaya, las razones que frenaron a los investigadores a publicar los descubrimientos que niegan los principios sobre los que se fundamenta la doctrina romana, que fueron narrados por ellos mismos en su momento. Les frenó el miedo al trauma que pudiera producir en los creyentes de esa doctrina, el derrumbe de la fe en la muerte, en la resurrección y ascensión a los cielos de su Cristo, su Virgen y algunos santos; lo cual echaría por tierra la utópica existencia del cielo, el infierno, el demonio, la resurrección de los muertos y el juicio final, reduciendo su credo a una farsa impositiva. Quizás parte de la humanidad y sobre todo la beatería, tenga miedo de negar esos principios doctrinales, sin despertar en su pensamiento el hecho de que el único protector de nuestras vidas y juez de nuestros actos es el Padre y no ningún hijo, por muy predilecto que fuere, pero mucho menos sus herederos doctrinales.

Las gentes beatas no merecen que se les salvaguarde de su estúpida soberbia y orgullo, de ser los excelsos favoritos de la gracia divina. Los pilares que soportan esos falaces principios caerán más pronto que tarde y con ellos el fanático y falso credo de los engañados ignorantes, a los que su trauma les conducirá por una larga travesía del desierto espiritual si no admiten que la única verdad está en el Creador, ya manifestada en Isaías 1.11-14 cuando Jehová dice: Vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma, me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos hacia mí Yo cerraré los ojos y cuando multipliquéis la oración Yo no oiré, porque llenas están vuestras manos de sangre; lavaos y limpiaos, dejad de hacer lo malo y aprended a hacer el bien. También en Amos 5.21-24 dice: Abominé y aborrecí vuestras solemnidades, no me complaceré en vuestras asambleas y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz. Quita de Mí la multitud de tus cantares pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos; pero corra el juicio como las aguas y la justicia como impetuoso arroyo.

También Jesús en sus enseñanzas, que aunque las encontrareis al final de esta entrega, no me puedo resistir a sacar aquí algunas pinceladas de los escritos guardados en los monasterios tibetanos: El Juez eterno es el único que ha existido desde siempre. Su cólera se soltará sobre los hombres porque han olvidado a su Creador. No veneréis a ídolos, pues ellos no os escuchan. Al hombre no le está permitido ver la imagen de Dios. Su ansiedad por acercarse a Él, les ha llevado a crear falsos dioses. Él no ha compartido lo creado con nadie.    

Al hilo de estas lecturas tengo que decir, que el aire que respiramos está contaminado con adulterios, engaños, sexo, estafas, cobardía, abusos, privilegios, ocio, abulia, pasotismo de pesebre, prohibiciones y resignaciones sumisas. Estas y otras razones de similar factura han llevado al Supremo Poder a dictar serios castigos a la humanidad y muy en especial a las comunidades de creyentes cristianos. Cuán grande no será el grado de hastío del Padre para, a estas alturas de la degeneración universal, enviarnos tan contagiosa plaga, pero es que debe estar muy cansado de ver tanta devoción a figuras de madera y tan poca hacia Él. Recordad lo escrito en Jeremías 10.3-16: las costumbres de los pueblos son vanidad, leño del bosque cortaron, manos de artífices con buril lo labraron, con plata y oro lo adornaron, con clavos y martillo lo afirmaron para que no se moviera. Derechos están como palmeras, no hablan, son llevados ya que no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal ni para hacer bien tienen poder, enseñanzas de vanidades es el leño.

Esas comunidades de creyentes no quieren oír hablar de estos escritos, porque con las arengas sedantes atribuidas a Saulo rellenan sus homilías. La feligresía tiene una concepción teológica acomodaticia, simplista y anodina, pero debería saber desde hace mucho tiempo, que las enseñanzas de Jesús, el santo Issa, el mejor de los hijos de los hombres, cuyos manuscritos se guardan en los monasterios tibetanos de Lhasa, Ladakh y otros, no tienen comparación con las instituidas por la iglesia romana; por ejemplo, el amor generalizado al prójimo hoy, tiempos de absoluto egoísmo y con una población mundial desmedida, respecto de la que existía cuando vivió el Maestro, no puede tener igual sentido y como esta muchas otras; por ello, todo lo profetizado por la doctrina romana lo he cribado con fino tamiz, para que no se colasen las semillas de esas malas hierbas en abundancia que envenenan y asfixian a la buena gente.

 La I.R. ha atrofiado a sus fieles, que por ignorancia han ofendido al Padre y a Sus Sagrados designios; estoy convencido de que esta pandemia es una peste que nos anuncia Su presencia y que si nos encomendamos a Él con amor y humildad será clemente con la humanidad. Hay referentes históricos de catástrofes que se ha demostrado fueron ciertas: En Gn.19.24 y Dt.29.23 anunció lluvia de fuego, azufre y sal sobre Sodoma, Gomorra y ciudades vecinas ubicadas en la cuenca del mar muerto; las plagas que asolaron a Egipto y al poder esclavista de los faraones sobre los israelitas; la caída de Babilonia, ocurrida tras la destrucción del templo por Nabucodonosor, el primer templo de Jehová en Jerusalén, despojando los utensilios sagrados empleados en los oficios religiosos, para usarlos de manera lasciva y petulante en las frecuentes orgias de la nobleza asiria, por lo que se ganó el sobrenombre de la gran ramera en todo el imperio. También en la destrucción del templo por el Imperio Romano en el año 70 d.n.e., unido a las vidas depravadas de sus gentes, fue trabando el castigo divino para propiciar su caída tras la peste antonina, años 165 a 180.

A lo largo de la historia han existido muchas pandemias, pero por la gran influencia de aquella peste en la comunidad romana y por su similitud con la que hoy padecemos a nivel mundial, quiero hacer un paréntesis en el desarrollo de este resumen para analizar ciertos hechos, ya apuntados en las primeras páginas, de los que podemos extrapolar detalles semejantes a nuestra situación actual. Eutropio, historiador romano de aquella época, decía que las pestes surgen cuando las inquietudes y las desesperanzas son mayores.

Aquella peste larga y cruel que, como ocurre con frecuencia, llegó del extranjero, la llevaron las legiones y tropas romanas que volvían victoriosos tras vencer a los Partos, muriendo más de un tercio de su población, a razón de 2000 ciudadanos o más muchos días, incluido Lucio Vero, coemperador, de quien dice la historia que huyó de Aquilea desoyendo a Galeno, médico griego afincado en la corte, y muriendo en Roma en el 169; de aquí podemos sacar la conclusión de que abandonar nuestro hogar mientras persista la pandemia nos puede acarrear gravísimos resultados.

Su hermano adoptivo Marco Aurelio, que cogobernó con Vero, fue quizás el emperador más honrado y coherente de la historia de Roma, sabio filosofo y gobernante leal a su pueblo: reorganizó los servicios públicos, impulsó reformas legislativas a favor de las personas con mayor riesgo y, ante la ruina del tesoro público por los gastos que provocó la pandemia, subastó sus bienes personales durante dos meses para aliviar la escasez del pueblo, que asustado no salía de sus casas. El emperador se sentaba delante del papiro para verter sus pensamientos, yo me siento muchas horas cada día delante de mi ordenador para analizar la actualidad, disponerme para la venida del insidioso futuro y parafrasear la apología de Sócrates, la que Platón dedicó a su maestro antes de ser ejecutado con la ingestión de cicuta, condenado por no reconocer a los dioses atenienses y corromper a la juventud. Destaco de esa apología la frase siguiente: El puesto en el que uno se coloca porque considera que es el mejor, allí debe permanecer y arrostrar (resistir, sufrir) los peligros, sin tener en cuenta la muerte ni cualquier otra situación excepto el deshonor. Deber o deshonor, este es el dilema universal en el pensamiento de los hombres honestos consigo mismo y con la historia; con sus  principios y con sus convicciones.         

En claro paralelismo con la desoladora situación que se cierne sobre nuestro futuro, Marco Aurelio decía: No lo hagas si no es conveniente, no lo digas si no es verdad, la destrucción de la inteligencia es un mal mucho peor que la mayor de las infecciones, no lloréis por mí, pensad en los que sufren los azotes mortales de la peste; sed prudentes en el ejercicio de vuestras libertades. En el año 180 murieron contagiados su mujer y ocho de sus trece hijos y unos meses después murió él; con su muerte empezó la decadencia de Roma y de su grandiosa historia, no volviendo nunca a ser lo que era; algo similar a lo que sospecho le ocurrirá a nuestro mundo tras esta pandemia. Envidiable ejemplo el de subastar los bienes para aliviar las miserias de su pueblo, bien distinto a los derroches y estafas que en la situación actual se están perpetrando en nuestro país. El se ganó morir en la cama llorado por su pueblo, aquí es una incógnita cómo ni cuándo morirán los que nos estafan y desgobiernan, pero dudo que sean llorados por su pueblo. Espero que sepamos ejercer nuestro poder soberano y actuemos.

Derivado de los dos fundamentos principales que sostienen el credo referido en varias páginas del tratado y en este resumen, llevo mucho tiempo temiendo  una alteración profunda en el discurrir de la vida diaria, como consecuencia de la degeneración galopante que viene sufriendo la humanidad. Si quieren saber en qué me baso para tal presagio, les daré una respuesta rápida y simple; me baso en los dos principios del credo que vengo reiterando. Primero y principal, porque Dios no permitirá jamás que lleguemos a una situación extrema que haga irreversible la salvación del orden establecido en la Creación y segundo, porque la humanidad, en su espíritu racional innegable, impedirá que progrese el desorden y deterioro universal en el que estamos inmersos.

En base a estos razonamientos me fue fácil predecir una convulsión mundial, al estilo de las múltiples plagas bíblicas referidas en páginas anteriores, que está aquí ya: Una pandemia contagiosa, surgida de repente, que ha paralizado las actividades diarias, producido muchas muertes y provocado la ruina económica de la mayoría de las poblaciones. Solo si procedemos de manera responsable y con dignidad la superaremos; pero si vamos al libre albedrío lo pagaremos caro.

Volviendo a la conexión con los castigos divinos os diré, que si le tomamos en serio, Él será compasivo con nosotros, pero si persistimos en ignorar Su poder, esta peste será solo el principio de algo peor. Espero que Su gran amor hacia todos nosotros pueda evitar que continúen los sufrimientos y las muertes de inocentes y que perdone nuestros desprecios y abandonos. Estoy convencido de que los que vivan con espíritu de sacrificio, cumplan con el orden natural de la creación y tengan transparencia ante Dios, se salvaran; pero los que desarrollen sus vidas bajo el signo de lo antinatural, perecerán. Nos hemos olvidado y alejado de Él y esto tendrá graves consecuencias; porque llevamos demasiado tiempo viviendo al margen de sus estatutos, como ovejas extraviadas sin pastores fiables y nos ha retirado Su protección y amparo, tan solo nos queda confiar en Su amor a la humanidad y remediar con urgencia el olvido y las malas acciones, ofreciéndole atención directa y sincera, pero ¡ay de quien intente engañarlo!

Sufrimos una grave crisis sanitaria que nos está arrastrando a una crisis económica sin precedentes, el hambre y la miseria serán los compañeros de viaje de media humanidad; patético final de la mayor era del desarrollo tecnológico e industrial de la historia conocida, logrado por la gran capacidad de la inteligencia humana, que con vanidosas dosis de orgullo creyó que era exclusiva de nuestra identidad material, del ser humano descendiente de un renacuajo embarrado, venido a más a través de enigmáticos procesos de evolución durante millones de años; teorías de la tesis y la antítesis o del progreso de las células listas a costa de las células torpes. Todo para sortear el principio universal de la creación, pero… cómo iban a admitir los dioses de la farándula que hubiera nadie superior a ellos?, además, como nadie Le ha visto nunca, han afilado sus lenguas viperinas para cazar a las moscas confiadas e incautas; utilizando el engaño como cebo para que piquen los ignorantes. Han obviado el principio básico de la capacidad humana: Que el raciocinio activo está limitado al ente material y que el sobrenatural o Entendimiento Absoluto es un espacio vedado a nuestra mente? No se les ocurre o quizás sí, pero admitirlo sería como dejar de ser los dioses de sus dóciles rebaños. Tal grado de prepotencia y soberbia es lo que nos ha traído hasta aquí, poder, dominio e ignorancia llevados de la mano. El mundo verá si continúa por los caminos de las sombras, estrellando sus cabezas contra los pesebres o busca caminos de luz y aclara sus horizontes.

Porque amo a la humanidad como la obra más perfecta de la creación, yo os pido, desde esta humilde Atalaya, que os volváis hacia Él y evitéis todo lo que haga chirriar vuestra conciencia, antes de que se olvide de nosotros, dejándonos caer por el despeñadero y abandonándonos en el fango de nuestras miserias.

Por todo lo expuesto, estoy convencido de que la crisis universal es una crisis del espíritu básicamente, que no se podrá superar con vacunas ni con alimentos y prueba evidente de ello es la atrofia espiritual que padecemos. No puedo entender que ante esta catástrofe, de alcance impredecible, no haya revelaciones populares rogatorias a través de cualquier tipo de ceremonia religiosa, ya sean sinceras, rutinarias o florales, aunque se realicen bajo el paraguas de la I.R. Esto demuestra que la humanidad vive a espaldas de Dios y hasta tomar conciencia de ello la vida no volverá a estabilizarse. No nos atrevemos a pensar en Él, nos ruboriza revelarnos como hijos suyos, pero tenemos la suerte de que Él jamás se avergonzará ni se arrepentirá de su gran obra, que somos todos nosotros. 

Si después del desarraigo espiritual que sufren las sociedades actuales, la I.R. no ha aceptado la realidad de los acontecimientos históricos que han trastocado todos sus fundamentos dogmáticos y con ellos las aspiraciones reformistas que están en el sentir de buena parte de los creyentes, tendremos que denunciar los principios doctrinales heréticos y la desobediencia a las señales divinas que aportaron a la humanidad los mensajeros de Dios, ya fuesen profetas o simples hombre con sentimientos puros.

Para llenar ese vacío espiritual ha nacido este tratado, ha nacido “La Atalaya”, con el propósito de avanzar un giro espiritual como antes nunca hubo desde las enseñanzas del Maestro, una rotación universal que al amparo de principios racionales absolutos provoque un cambio sustancial definitivo. Nace como una doctrina monoteísta, no como una religión, y como tal constituida por un conjunto de normas derivadas de experiencias de vida al amparo de los designios divinos, que pueden y deben ser vínculos en la convivencia entre semejantes. Una doctrina de solidaridad que niegue el temor al más allá, censure la práctica de ceremonias, ritos y sacrificios que perturben la comunicación directa con el Padre. Que pretende ser el soporte espiritual en la vida del ser humano, vacía del componente emocional que penetra las religiones; ser fuente de la que manen los dones de la honestidad, solidaridad, laboriosidad e igualdad en derechos y deberes: El manantial de la virtud, desnuda de demagogias y retóricas, de amenazas y falsas promesas, que asfixie la cizaña sembrada por los poderes fácticos, la que está secando las verdes forrajeras de la racionalidad.

La principal de sus enseñanzas es la de acercar a todos los seres humanos, por igual, al conocimiento del Padre, sin intermediarios ni falsos pastores, sin promesas vanas que nos desvíen de las sendas por Él marcadas desde los orígenes de la vida. Muy diferente a la religión católica y a su iglesia, la I.R., establecida en base a hábiles estrategias y sensiblerías tramposas, para ostentar el poder Divino y erigirse en depositarios de Él en la tierra, en mediadores entre potencias sobrenaturales inventadas y seres humanos, a los que amenazan con severos castigos divinos si desobedecen sus mandatos.

Dicho esto, que es el meollo de mi denuncia, niego la fe en su cristo, su virgen y sus santos; niego los orígenes del hombre a partir de su prototipo Adán y de la mujer Eva, por desdeñar el poder del Padre; niego el pecado original porque ofende Su sabiduría y también por ser instituido como un castigo hereditario y perpetuo para toda la humanidad, lo cual hizo necesaria la venida de su cristo para redimirnos de él, para abrirnos las puertas del cielo que estaban cerradas desde aquel primer pecado. En base a tanta estupidez ególatra yo pregunto: qué fue de las almas de Noé, Abrahán, Jacob, José, Moisés y todos los que murieron antes de la venida de su cristo ……? Niego que Dios otorgue potestad a ningún ser nacido de mujer para que nos libere de faltas cometidas por los antepasados; niego la resurrección de los muertos, para ir adonde?; niego la existencia del demonio, más allá del que cada uno llevamos dentro como sujetos sedientos de maldad … y por ello, niego que haya infierno ni fuego eterno. Estas negaciones las reitero y ratifico en base a los dos únicos principios fundamentales que, en mi confesión, sostienen la Creación: Uno, el infinito poder, misericordia y sabiduría absoluta del Padre y el otro, la racionalidad humana. Como resultado de estas negaciones tengo que decir que la I.R. ha utilizado sus homilías, los pulpitos y los confesonarios, para domesticar e intimidar a los fieles con demagogias y dogmas de fe, que jamás fueron probados ni lo serán porque son hábiles patrañas.

La I.R. debería iniciar, aún está a tiempo, la refundación de sus principios doctrinales y divulgarlos entre los fieles, ya que está aceptado como evidente que Jesús no murió en la cruz, ni resucitó, ni ascendió a los cielos y de persistir en su cerrazón dogmática hará mucho daño a sus feligreses, que se verán de repente ante el abismo de una ruina espiritual, que les aturdirá y desarbolará sus credos más ancestrales en la resurrección de la carne, la redención, el perdón de los pecados y la quiebra de la esperanza mesiánica del fin del mundo.

Si a pesar de esa vanidad de creerse elegidos por Dios se produjera una ruina espiritual en millones de beatos fieles que han confiado su alma a esa doctrina, el mundo podría sufrir un holocausto espiritual de consecuencias incalculables, un penetrante escepticismo difícil de superar para la mayoría de esos creyentes y para otros muchos menos devotos; porque estoy convencido de que una gran proporción de esos que se hacen llamar agnósticos y ateos confesos, viven instalados en la zozobra de la resurrección. Pero tendremos siempre a favor y en nuestra defensa, la verdad de la justicia divina, que prevalecerá sobre cualquier riesgo que la treta y el engaño manifiesto de la doctrina romana y la de sus antagónicos, los marxistas, nos pudiera condicionar.

Quien piense que la doctrina instituida por la I.R., hace veinte siglos, no guarda relación con la desastrosa y angustiosa inestabilidad social que tiene viciado y oprimido a Occidente, está muy confundido. Si en lugar de haberse instituido dogmas basados en imaginarios principios idealizados por un sagaz paulinismo engañoso y en ocasiones herético, se hubiera establecido una doctrina racional nacida de las verdaderas enseñanzas de Jesús, todo hubiera sido diferente; pero la religión católica ha desviado la fe real y pragmática que deberíamos tener en el Padre, hacia estados imaginarios, místicos y abstractos; hacia una especia de mundo artificial. Si en vez de encubrir, amparar y tolerar la esclavitud humana se hubiera practicado la igualdad entre los hombres, la insignificancia del cuerpo frente a la grandeza del alma, la condena a cualquier doctrina que diese a los hombres poder para robar a cualquier otro sus derechos humanos, la nociva e inútil presencia de mediadores entre Dios y los hombres, el rechazar y despreciar que la evolución y la estabilidad humana está establecida sobre la racionalidad establecida por Dios en nuestro entendimiento y más y más, la humanidad sería más justa, más libre y más feliz. Si la doctrina romana se hubiera argamasado con esos principios en vez de ser una cuña artificial incrustada entre Dios y los hombres, la humanidad sería mejor de lo que ha terminado por ser y habría sufrido mucho menos; estaría más confiada, segura y esperanzada, viviendo sin temor a la muerte ni a los despropósitos arraigados en la humanidad como son: Adulterar la libertad convirtiéndola en libertinaje, amañar el sentido real de la justicia, pervirtiéndola de plural en subjetiva, despreciar los caracteres de la dignidad humana para así disimular sus vilezas e infamias, reclamar el orden social al tiempo que son los provocadores de los mayores desordenes, denunciar la carencia de trabajos dignos para las personas de su cuerda,  por lo general abúlicas, sin preparación precisa y ruinosas para cualquier sociedad productiva.       

Además de estas reflexiones generales, debo decir que los españoles hemos sufrido una violación humana y espiritual añadida, debido a la influencia de esta iglesia en la vida pública, consagrando reinados absolutistas que avivaron, desde la antigüedad, la ruptura de la unidad nacional, sembrando el enfrentamiento entre hermanos y posicionándose siempre del lado de quien ofreciese mayores riquezas y mercedes, desdeñando la justicia y la verdad. Pues bien, de aquellos polvos estos lodos: una nación rota por dentro y sometida a luchas intestinas, habituada y resignada al borreguismo, a férreas imposiciones a los ciudadanos más dóciles y vulnerables, con la asistencia y beneplácito del Estado; llegando en muchas ocasiones a decidir sobre la vida, honra y hacienda de los acusados de rebeldía doctrinal, los señalados sin causas y condenados sin pruebas o esos otros que eran perseguidos con intereses espurios por caciques de los regímenes eclesiásticos, inquisidores y políticos. Esta Iglesia ha hecho sobrados meritos para recibir un castigo inmediato, severo y ejemplar, de modo que cuando sean desarraigadas sus fantasías dogmáticas caiga por el peso de sus culpas.

Como broche final a las críticas vertidas contra la I.R. por sus engaños y su pasividad doctrinal, tengo que hacer referencia a la carta enviada por Poncio Pilatos a Tiberio, Emperador de Roma, hacia el año 32, señalando a Jesús como un amigo de los romanos más que de los judíos: Un hombre nada seductor ni agitador, al que dice decidió proteger y permitirle actuar, hablar y reunir al pueblo. Esa libertad ilimitada incitaba a los judíos, los indignaba y los irritaba, no a los pobres sino a los ricos y poderosos. Cuando lo conocí personalmente me pareció que era un hombre excepcional y nada repulsivo observé en su carácter, por lo que me causó una profunda impresión debido a su sencillez, amabilidad, humildad y amor; por todo ello opino que no es culpable de un acto criminal. Así lo piensa y así lo afirma tu obediente servidor Poncio Pilatos.

Deduzco por este escrito, cuyo original se conserva en la biblioteca Vaticana en Roma, con copia en la biblioteca del Congreso de EEUU, que la sentencia firmada por Pilatos contra Jesús estuvo inducida por las amenazas de los judíos de denunciarle ante el Cesar. Fiel reflejo de su desacuerdo con aquella sentencia fueron los siguientes hechos: Fijar la crucifixión un viernes a la caída de la tarde para que no siguiera en la cruz después del anochecer; que los soldados no lo quebraran las piernas, lo cual hubiera acelerado su muerte; elegir la soldadesca de su confianza, amigos y afines a las enseñanzas del Maestro; permitir a José de Arimatea, defensor de Jesús en el juicio ante el sanedrín y persona muy cercana a Pilatos, que se lo pudiera llevar con urgencia al sepulcro ofrecido por José y aceptado por el cónsul romano. Todo ello sin desdeñar la gran influencia que en Pilatos ejerció su esposa Claudia Prócula, quien le previno de no derramar la sangre de aquel justo. Si no pudo evitarlo por la presión del Sanedrín, sí pudo disimular el rigor de la ejecución, de modo que no llegase a producirse el óbito.

Después de conocer este escrito de Pilatos, me retracto de las acusaciones vertidas contra Roma en mi tratado, al culparles de la muerte de Jesús, ya que fueron los judíos quienes lo condenaron. Sin embargo, me sorprende que algún  miembro del Sanedrín no vigilase que la ejecución fuese efectiva, pero mejor así.

Presento en este tratado una amplia exposición de relatos surgidos de investigadores, filósofos, teólogos, historiadores y analistas preocupados por el esclarecimiento de los designios sobrenaturales; hombres histórico que con sus fecundas existencias acercaron la humanidad a las verdades divinas. No se pudo demostrar la veracidad de evidencias, ideas y opiniones filosóficas, teológicas o políticas, debido a que la iglesia católica secuestró o destruyó la mayoría de los testimonios que hubieran facilitado la reconstrucción de los sucesos históricos; de igual modo que nadie podrá demostrar lo contrario. Pero de lo que si puedes estar seguro el lector, es que hasta el menor detalle que presento lo he pasado, previamente, por un fino tamiz personal basado en los hechos señalados; por todo ello creo que lo relatado se puede defender y afirmar sobre bases racionales coherentes, considerarlo creíble sin necesidad de recurrir a artificios figurados. Espero y deseo que algún día pueda comprobar sobre el terreno firme, los detalles históricos aquí referidos y que doy por ciertos, porque si no lo fueran, la Divinidad no me habría animado y dirigido para analizarlos. Si la potestad Divina me concediera esa gracia, el mensaje a la humanidad sería mucho más definitivo, más convincente y los pilares de las doctrinas romanas, basadas en falsas esperanzas y en hechos engañosos, serían reducidos a polvo.

Aprovecho esta síntesis para reiterar los argumentos vertidos en apartados anteriores, relativos a mi convicción de que Dios es ajeno a muchas restricciones y calificativos, señalados como punibles por arengas doctrinales, preceptos y normas, sea quien sea el que las haya ordenado, cuando nacen de caracteres humanos puestos por Él en nuestro entendimiento, sentimiento o facultad de obrar; porque nada de lo que el Padre creó fue por error, azar o ligereza. Él todo lo hizo con una absoluta perfección gracias a Su sabiduría infalible y por ello he repetido con insistencia, que los pastores de los rebaños han implantado muchas normas de conducta contrarias a la voluntad Divina, con la maligna intención de intimidarnos, someternos, torturarnos y al final dominar nuestras voluntades. Cualquier represión en este sentido es contraria a la voluntad del Padre y no se la debe aceptar como enviada por Él, aunque se le hayan atribuido e incluso reconocido al represor facultades proféticas, por quienes tengan el vil interés en guiarnos por perversos caminos de sombras.

No quiero cerrar esta parcela de relatos del tratado, sin dejar constancia de mi preocupación por la falta de interés en la institución romana para esclarecer las reseñas históricas aquí descritas, que demandan un congreso internacional urgente para decantar, con las pruebas existentes y las nuevas que se puedan recabar y aportar, el reconocimiento de la verdad sobre la vida y muerte de Jesús. Ante las manifestaciones populares y las de profesionales antropólogos, investigadores, teólogos y eruditos en esta materia, esta institución debería conseguir los permisos necesarios para exhumar la que, según aseguran todas las fuentes instruidas en el caso, es la tumba del Maestro y que allí se hallan sus restos mortales, si no los han robado, que hasta eso podría haber sucedido para ocultar pruebas. La decadencia y la corrupción humana actual exige reescribir la historia partiendo de las verdades ocultadas durante dos mil años, duela a quien le duela y sean cuales sean sus consecuencias. El esclarecimiento de la verdad, como símbolo de la libertad, nunca debe ser reprimido ni adulterado.

Muchos de los análisis que he vertido en este tratado no me han venido de nuevas, tuvieron sus orígenes en la niñez, después se fueron madurando en la juventud y así continuaré hasta el fin de mis días; porque tuve la suerte de convivir con personas coherentes en sus convicciones doctrinales y éticas, honestas y respetuosas con los principios racionales, pero escépticas con los dogmas y preceptos de la doctrina romana. Cuando les preguntaba por sus recelos no sabían explicarme el por qué y me contestaban, simplemente intuición. Contagiado por esa intuición viví muchos años sin espacio material para explorar sobre ello, pero ahora, cuando mi responsabilidad y deberes familiares me lo han permitido he podido desarrollar este tratado, partiendo de un profundo escepticismo hacia los dogmas y preceptos doctrinales de la I.R., un escepticismo que no se ha alterado con las indagaciones realizadas sino todo lo contrario, se ha reafirmado y de ello me enorgullezco porque, después de estudiar la bibliografía extensa que he examinado, mantengo invariables los principios doctrinales que tenía desde un principio.

En base a todo lo expuesto, revalido mi pensamiento original de negar la existencia de un cristo, hijo único de Dios, engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo en el vientre de una mujer, aunque conceda a Jesús Nazareno el reconocimiento de hombre justo, pero solo hombre, verdadero maestro, profeta comprometido y coherente con su tiempo, que recibió la distinción de hijo predilecto, como antes la habían recibió otros hombres de la antigüedad: Buda, Noé, Abrahán, Moisés, Jacob y muchos más. Jesús nació y murió como hombre; su madre, María, lo acompañó y sufrió al ver su persecución, tortura y crucifixión. Desconsolada presenció cómo sacrificaban al hijo de sus entrañas, cuan vulgar malhechor atado a un madero. Salvado de una muerte segura en última instancia, gracias a la sabia voluntad del Padre, la indulgencia de Pilatos, la experiencia curativa de la secta esenia, afines a sus enseñanzas. Pero muy especialmente a la presteza providencial y efectiva del fariseo José de Arimatea y del esenio Nicodemo, ambos, miembros destacados del Sanedrín judío.

Después de salvarle de la muerte y de curarle sus heridas en lugar secreto, Jesús se despidió de sus discípulos y emprendió viaje hacia Oriente, al encuentro con las diez tribus perdidas de Israel, para dejarles su mensaje doctrinal y su cariño. Lo hizo en compañía de su madre que, sobre tener otros hijos, le dedicó todos los años de su vida desde el calvario, sin reparar en los sacrificios que sufriría al adentrarse en tierras extrañas, hostiles e inhóspitas y a convivir con gentes desconocidas hasta su muerte en Cachemira, a los setenta y algunos años.

Antes de entrar en los detalles del periodo pos crucifixión del Maestro, tengo que hacer una leve reseña de los manuscritos guardados en los monasterios tibetanos de Lasha y Ladakh, en los que están relatadas sus largas estancias junto a los monjes budistas entre los 14 y los 29 años de edad; allí se perfeccionó en la palabra divina con el estudio de las leyes sagradas del gran Buda, luego Jesús no era Dios, ya que Dios todo lo sabe. Allí fue reconocido como un ser perfecto, elegido por Dios entre los hombres de su época, de él guardan sus sabias enseñanzas y las críticas severas a los que obran con maldad; de ellas voy a entresacar las siguientes:

El Juez eterno es el único que ha existido desde siempre y no tendrá fin; no tiene igual en los cielos ni en la tierra y solo Él posee omnipotencia. Su cólera se soltará sobre los hombres porque han olvidado a su Creador, han llenado sus templos de condenas y odios, adoran a multitud de criaturas que Él las ha subordinado; humillan a los que trabajan con el sudor de su frente, para recibir el favor de gentes que se sientan a mesas suntuosas; no veneréis a los ídolos, pues ellos no os escuchan; al hombre no se le ha permitido ver la imagen de Dios, por ello ha fabricado una serie de deidades a semejanza del Eterno, Él, que no ha compartido lo creado con nadie; habéis creado falsos dioses con la ansiedad de acercaros al Dios verdadero y resumía sus sermones diciendo: Es del Padre de quien habló a las gentes y del que yo soy el Profeta.

A continuación resumo sus fundamentos doctrinales, guardados a modo de testamento teológico por los monjes budistas tibetanos:

Dios infringirá un duro castigo a los que hayan condenado a sus hijos fuera del correcto camino, que hayan cegado a los que ven y contagiado a los sanos.    El corazón humano es el verdadero templo de Dios y no los erigidos por las manos de los hombres. Entrad en vuestro corazón e iluminadlo con buenas acciones, con la confianza inamovible que debemos tener en nuestro Padre. Nuestros recipientes sagrados son las manos y los ojos. No creáis en milagros hechos por la mano del hombre; solo aquel que domina sobre la naturaleza es capaz de hacer lo que es sobrenatural. Quien no respeta a su madre, el ser más sagrado después de su Dios, es indigno del nombre de hijo. Respetad a la mujer pues es la madre del Universo y toda la verdad de la creación divina está en ella.

Comparen la síntesis teológica y doctrinal de Jesús con los principios falaces, oligárquicos, imperialistas y demagogos de la I.R.

A los 29 años, Jesús, el santo Issa, el mejor de los hijos de los hombres, volvió a su patria y dijo a su pueblo: No lloréis amados míos y no perdáis la nobleza de vuestros sentimientos, porque el corazón humano es el verdadero templo de Dios y hemos sido creados a semejanza de Él. La raza humana perece por su falta de fe, la oscuridad ha desbandado los rebaños. No sigáis avanzando por el camino oscuro, pues un abismo se abre bajo vuestros pies. El tiene toda la sabiduría y toda la luz; es a Él a quien tenéis para consolaros en vuestras penas. Quien recurre a Él con fe no será negado.

Cuando tropecé con esas enseñanzas del Maestro, sacadas del libro de Nicolás Notovich; “ Los años perdidos de Jesús”, se consolidaron los fundamentos de mi doctrina: La fe en un único Dios y el credo en el racionalismo más absoluto, como principal seña de identidad del ser humano; confirmándose con profunda satisfacción mis convicciones.   

Si sientes devoción por la humanidad de Jesús, como yo la siento, pon en práctica sus sabias lecciones y consignas reconciliándote con el Padre, recojamos las buenas semillas y Él nos guiará al campo donde debemos sembrarlas.

En Leh capital de Ladakh y en Lhasa capital del Tibet, las leyendas de Buda y de Issa unen sus caminos. Las gentes del Tibet hablan de Issa como gran enviado de la verdad. Allí aprendió, rezó, meditó, practicó el yoga, estudió y enseñó. Alcanzó el grado de adepto sobre los elementos y fuerza básicos, el control de los latidos del corazón y las funciones corporales. Dominó las artes de la bilocación y la alquimia; así podía aparecer, desaparecer y transmutar el agua corriente en el mejor de los vinos; también convertir las almas tibias sin dirección precisa en devotos ardientes. Todo esto lo hizo no como un Dios sino por el control de su autodominio; una evolución anímica natural hacia el despliegue del esplendor aprisionado en el interior. Consiguió derribar las barreras de la mente más allá del horizonte, del espacio y del tiempo de sus tutores infantiles (los sabios de Alejandría). Fue un estudiante sabio que buscó al maestro más sabio, Buda, el ser universal que había hablado a través de Jesús, Issa. Fue al Tíbet en busca de un pueblo con fuego en el alma, fue un verdadero revolucionario del espíritu y el hallazgo de su grandeza interior fue la clave de su fuerza como a nadie más se le haya conocido. Gracias a ello podía arrastrar el peso completo del Karma (energía derivada de sucesivas reencarnaciones), la acción y reacción del mundo, la cruz de piscis, símbolo de su nacimiento.

Hay muchas pistas y pruebas de la estancia de Jesús en el Tíbet, en fragmentos de los evangelistas, en escritos apócrifos, en otros guardados y en los que han hecho desaparecer los doctores paternalistas de la I.R., para ocultar las verdaderas enseñanzas del Maestro, su herencia espiritual, para falsear su testamento. Una vez el lector haya conocido los caracteres atribuidos a Jesús por los monjes tibetanos: un ser perfecto, elegido por Dios, aprobará mis reflexiones de que la I.R. devaluó su radiante naturaleza humana al divinizarlo.

El pueblo de Israel no habría sido su pueblo elegido si no hubiesen existido hombres como: Abrahán, Jacob, Moisés y después Jesús; ni la cultura Tibetana habría sobrevivido sin la herencia espiritual del gran Buda.

Por lo emotivo de estas últimas frases, pienso que el epilogo de esta primera entrega debería haberlo puesto en el encabezamiento, de manera que quien se aburriese y le fuese gravoso llegar hasta el final, al menos habría sido conocedor de estas leves y hermosas reseñas de las enseñanzas de nuestro amigo Jesús.