SUEÑO AMARGO
Aunque el tronco de tu cuerpo fuese un leño,
tus piernas y tus brazos frágiles lianas,
si me quedase de tus ojos el risueño
y de tu boca la sonrisa ufana,
seguiría persiguiendo con empeño
tu dicha al despertar cada mañana.
Desde sus ojos y su boca brilla,
el corazón que reventó en su pecho,
saltando a mi universo, roto, en astillas,
que quedarán por siempre clavadas en mi lecho
hasta que el viento me transporte a otras orillas.
Me miraría si llegase ese momento
en el espejo del requiebro de tus ojos,
y la fuente de tu boca, como a hinojos,
besaría para endulzar mi sufrimiento.
Del que fui solo quedan ya despojos,
las horas saltan de lamento en lamento,
tengo herida el alma, los ojos rojos.
Este. ¡amada mía!, es siempre el sueño
que rasga mi sosiego a horas tempranas.