Lo mismo que la noche se cubre de lamentos
y se lleva prendidas en sus flechas de plata los
bullicios del día,
devolviendo la calma, sembrando la armonía,
así tengo yo el alma, esperando a otros vientos.
En son de despedida me asomé a su ventana,
un día en que el mirar de sus ojos era oscuro,
varé el barco de mis sueños en un puerto que creía seguro
y me fui para labrar nuestro mañana.
Me fui sin saber parir por mi garganta
todo lo que mi corazón sintió en aquel momento
dejando entre sus manos mi amor y mi lamento,
como dejan sus crías las madre que amamantan.
Cuando volví otro día ayuno del engaño,
con la ilusión intacta de seguir a su lado,
me encontré con el nido de mi amor vaciado,
y supe que ante ella era solo un extraño.